Yo, que he sido complice del proceso creativo de Pestana, no creo que estemos en presencia de la reencarnación de un Renoir o de un Van goth, opino mejor que asumamos su trabajo como una revelación sincera y auténtica, porque de los impresionistas y del impresionismo y su huella se hablará todavía bastante.
Sería en extremo superficial si justificara su poética solo en el echo de la complacencia de un arte formalmente bien estructurado, y dirigido a un ingenuo espectador. Pienso que es evidente todo el andamiaje que utiliza para sutilmente acercarse al espectador.
Pestana se aleja de un tropicalismo turístico barato que como fiebre pandémica invade la esencia de la producción artística de gran parte del arte contemporáneo cubano; manipula a su antojo la composición, la luz, y la pincelada que se descubre resuelta a moverse por todo el espacio para mostrarnos lo que aprendió al graduarse de su propia escuela.
En tal sentido responde a sus intereses, acudiendo a los resortes de un artista de este nuevo milenio, transmitiendo la nostalgia de un mundo frío, poco elocuente, quien sabe si al borde de su propia destrucción.
Sus pinturas nos ofrecen una ciudad que ilusoriamente se mueve, debatiéndose entre lo inacabado y la transparencia de una penumbra que cubre o disfrasa su verdadera quietud. Nos confunde con con un dominio técnico, con un bien intensionado impacto del objeto que manipula, y nos convoca a mirar, a observar, a descubrir la agonía de la necesidad que complica la existencia del hombre finisecular.
Así su obra no se hace apresurada ni ligera, más bien conversa con el espectador, lo deja pensativo ante la confusión de azules que se tornan grises o rojos o negros, que en ocasiones, de tanto movimiento se tornan en puro formalismo abstracto.
Su obra es su reflejo inconsciente, trasmite su esencia y lo convierte en un comunicador presto a ser decodificado solo por los espectadores más agudos.
Demos las gracias a Pestana por regalarnos sus "apaentes imágenes" de este también mundo aparente.
Sería en extremo superficial si justificara su poética solo en el echo de la complacencia de un arte formalmente bien estructurado, y dirigido a un ingenuo espectador. Pienso que es evidente todo el andamiaje que utiliza para sutilmente acercarse al espectador.
Pestana se aleja de un tropicalismo turístico barato que como fiebre pandémica invade la esencia de la producción artística de gran parte del arte contemporáneo cubano; manipula a su antojo la composición, la luz, y la pincelada que se descubre resuelta a moverse por todo el espacio para mostrarnos lo que aprendió al graduarse de su propia escuela.
En tal sentido responde a sus intereses, acudiendo a los resortes de un artista de este nuevo milenio, transmitiendo la nostalgia de un mundo frío, poco elocuente, quien sabe si al borde de su propia destrucción.
Sus pinturas nos ofrecen una ciudad que ilusoriamente se mueve, debatiéndose entre lo inacabado y la transparencia de una penumbra que cubre o disfrasa su verdadera quietud. Nos confunde con con un dominio técnico, con un bien intensionado impacto del objeto que manipula, y nos convoca a mirar, a observar, a descubrir la agonía de la necesidad que complica la existencia del hombre finisecular.
Así su obra no se hace apresurada ni ligera, más bien conversa con el espectador, lo deja pensativo ante la confusión de azules que se tornan grises o rojos o negros, que en ocasiones, de tanto movimiento se tornan en puro formalismo abstracto.
Su obra es su reflejo inconsciente, trasmite su esencia y lo convierte en un comunicador presto a ser decodificado solo por los espectadores más agudos.
Demos las gracias a Pestana por regalarnos sus "apaentes imágenes" de este también mundo aparente.
Julio Neira Milián
Artista plástico
Artista plástico
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